Costa Careyes, el rincón de Jalisco donde se rescatan tortugas y se hacen fiestas en mansiones sobre acantilados

Hay un lugar al sur de la costa de Jalisco, en el Pacífico mexicano, donde unos pocos privilegiados se broncean —lo justo—, beben agua con limón y chía, organizan fiestas exclusivas en mansiones imposibles sobre acantilados, pasean a caballo por una playa privada, caminan con túnicas blancas bordadas, juegan al polo, meditan mucho, rescatan tortugas. Pero, sobre todo, disfrutan de la vida que les proporciona ser los dueños de un enclave único. Bienvenidos al principado de Careyes.

Desde la carretera que conecta Manzanillo (Colima) con Puerto Vallarta, cerca del kilómetro 52 se observa una enorme casa en lo alto de una colina con vistas al mar y a los manglares. La imponente construcción circular, de hormigón pintado en amarillo y con un techo de palapa —hecho con hojas de palma de guano—, advierte al conductor de que a partir de ahí se termina el México que conocía. La selva baja caducifolia resiste esquelética en esta época del año y solo se vuelve verde conforme uno se adentra en una de las zonas privadas del país.

El camino empedrado conecta las diferentes playas y mansiones alejadas entre sí. Una de ellas, la que se observaba a lo alto del acantilado, Sol de Oriente, que tiene su némesis en la montaña de enfrente, Sol de Occidente. Dos poderosas viviendas circulares con una piscina infinita construida incluso antes de que cualquier resort la pusiera de moda, que logra la sensación real de flotar entre el cielo y el mar. El precio por una casa en Careyes va desde un millón de euros hasta 10 millones. Uno de los residentes estima que no hay más de 65, incluidos unos coquetos apartamentos inspirados en el pueblo costero italiano de Positano, al borde de la playa.

Información originalmente publicada en CNN en Español.